miércoles, marzo 21, 2018

Alberto Roteta Dorado: Socialismo Vs. Capitalismo en nuestros días. ¿Realidad o utopía? Segunda parte

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

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Socialismo Vs. Capitalismo en nuestros días. ¿Realidad o utopía?
Segunda parte.

  Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.
21 de marzo de 2018

Santa Cruz de Tenerife. España.- En la primera parte de este trabajo me referí a la posible vigencia o no del gran dilema Socialismo Vs. Capitalismo, algo que ocupó el centro de la política y la sociedad durante gran parte del siglo XX. 

El establecimiento por primera vez en la historia de un sistema de tipo socialista en la Rusia de los primeros años del pasado siglo marcó el inicio de una lucha sin igual entre dos polaridades bien definidas. O se era capitalista hasta la médula o por el contrario se asumía la bandera del socialismo como estandarte en una lucha que, si bien – como ya se han cuestionado con conocimiento de causa muchos filósofos del momento– ha desaparecido en Europa y existe una tendencia a que desaparezca en América Latina, la realidad es que el germen del comunismo está latente. 


¿Socialismo o barbarie? Se cuestionan los jóvenes grafiteros en Europa, región donde los politólogos, filósofos y analistas se cuestionan acerca de la desaparición del dilema Socialismo Vs. Capitalismo. (Foto del autor) 

El panorama actual en Latinoamérica es diferente al de Europa Oriental. La experiencia socialista en esta última región fue determinante para que todas las naciones sin excepción fueran capaces de despojarse de un régimen que no solo las llevó al holocausto económico, sino a un deterioro generalizado de todos los aspectos tanto en el orden social, como político, ético, educacional y moral.
Al parecer es necesario pasar directamente por la experiencia aniquiladora del comunismo para llegar a convencerse del poder destructivo de este engendro. Es tal vez lo que necesitan aquellas naciones de América Latina en las que sus pobladores están dando muestras de apoyo incondicional a ciertos candidatos presidenciales para sus próximos comicios, cuyos líderes son representantes de partidos o movimientos de tendencia izquierdista.    

No obstante, el fenómeno latinoamericano tiene sus peculiaridades y todo parece indicar que en algunos países – independientemente de la cantidad y diversidad de candidatos– las opciones son pocas, y las biografías de los candidatos no los favorecen como para contar con una simpatía arrolladora que los logre situar en la cúspide de la popularidad que les garantice el triunfo definitivo en los comicios. 

Las encuestas que se hacen previamente y que nos ofrecen la posibilidad de tener al menos una idea – algo que solo es una posibilidad por muy confiable que pueda ser la empresa encuestadora– del grado de aceptación de los candidatos presidenciales solo nos ofrecen un lado de la realidad.
Recordemos que no siempre se muestra la totalidad de los resultados de los diversos sondeos que se realizan, entre los que se encuentran el número significativo de personas que no son capaces de asumir partido, esto es, de no decidirse por uno u otro candidato; aquellos que en el momento en que se aplican encuestas refieren que aun no han decidido si votarán o no, y aquellos que simplemente no tienen idea de lo que se les está preguntando, con lo que demuestran no solo su apatía, sino su incultura política.     

Según el filósofo contemporáneo Daniel Innerarity, quien es catedrático de Filosofía Política en la Universidad del País Vasco: “El actual paisaje político se ha llenado de una decepción generalizada que ya no se refiere a algo concreto sino a una situación en general. Y ya sabemos que cuando el malestar se vuelve difuso provoca perplejidad. Nos irrita un estado de cosas que no puede contar con nuestra aprobación, pero todavía más no saber cómo identificar ese malestar, a quién hacerle culpable de ello y a quién confiar el cambio de dicha situación”.

Algo que resulta aplicable a nuestro contexto latinoamericano en el cual la decepción es un elemento común en la mayoría de las naciones. Esto pudiera explicarnos las inesperadas reacciones de aquellos que están apoyando a líderes representantes de la izquierda, defensores de un “progresismo” que más tarde, y una vez en el poder se transmuta con facilidad en una variante socialista ya sea del siglo XXI, de nuevo tipo o como quieran llamarle. 

Así las cosas,  América Latina no solo se enfrenta al dilema del progresismo mediante líderes y movimientos de orientaciones de derecha o de centroderecha contra el engendro populista y los corruptos izquierdistas del socialismo del siglo XXI; sino a la gran decepción de su pobladores que están despertando de su letargo sostenido para darse cuenta de cuánto los han manipulado desde ambas posiciones, por cuanto, los políticos solo han visto en la posibilidad de arribar al poder la forma de enriquecerse y de ejercer su poderío, dejando a un lado las promesas a unos electores que tomaron partido la mayoría de las veces sin conocimiento de causa, en el mejor de los casos, sin que olvidemos los grandes fraudes electorales y la compra de votos, aspectos que hacen que la mayoría de los países de la región, excepto Costa Rica y Uruguay, tengan democracias imperfectas o regímenes híbridos caracterizados por grandes irregularidades en sus elecciones y bajos niveles de participación democrática, entre otros rasgos. 

La grave situación política por la que pasó Honduras varias semanas después de sus últimos comicios, la intromisión de partidos y movimientos con un historial criminal reconocido en el caso de Colombia, la tendencia a los candidatos presidenciales procedentes de la izquierda en México, la posible invasión en el terreno político y social del fundamentalismo religioso protestante en el caso concreto de Costa Rica, amén de los conocidos casos de Venezuela y Bolivia cuyos gobernantes pretenden perpetuarse en el poder violando las leyes constitucionales de sus respectivas naciones, son algunos ejemplos que caracterizan al panorama latinoamericano en pleno siglo XXI, siglo en el que lejos de desaparecer el dilema socialismo versus capitalismo, como se sostiene como hipótesis para Europa, se afianzó dada la metastización del comunismo importado desde Cuba, la nación caribeña dominada por la peor dictadura del hemisferio en el presente, y difundido con gran ímpetu por el excéntrico mandatario venezolano ya desaparecido Hugo Chávez, quien manipulado por el dictador Fidel Castro y apropiándose de los utópicos conceptos de Heinz Dieterich, el alemán izquierdista radicado en México, verdadero creador de la doctrina socialista del siglo XXI se encargó de contagiar a la región con el gran mal de estos tiempos. 


La manipulación de aquellos sectores poblacionales de menor cultura hasta degradarlos en su totalidad constituye uno de los pilares básicos del accionar de los regímenes socialistas. 

Ya los políticos actuales – de cualquier región, ahora no me refiero solo a América Latina– no son capaces de seducir a la gente, o al menos, de hacerlo con el mismo ahínco de tiempos pasados. Todo parece indicar que sus electores están cansados de escuchar mensajes estériles que se disipan una vez que asumen el poder, y lo peor, que se enteran de los graves escándalos de corrupción en que se ven implicados quienes se sobreentiende los han de representar como líderes de sus países.

En el contexto Latinoamericano  al gran conflicto socialismo/capitalismo se une otro asunto no menos importante, el de la pérdida de la credibilidad en sus líderes por parte de grandes sectores poblacionales, tal vez el mayor desafío al que se han de enfrentar aquellos aspirantes al poder gubernamental, y esto matiza de manera general al panorama regional previo a los comicios de sus diversas naciones.   

Por estos días llama poderosamente la atención el caso particular de Colombia, país que se debate entre la apatía y la indecisión de sus pobladores y el rechazo manifiesto hacia aquellos que se supone los representarán en breve durante el próximo período presidencial. La intromisión de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, ahora reorganizados luego de la deposición de las armas como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (para mantener las siglas) ha sido un hecho bochornoso, y aunque la candidatura de su principal líder, el criminal Rodrigo Londoño, fue retirada hace solo unos días dada la condición crítica de su salud, ha dañado sobremanera la imagen de la nación suramericana. 

Ahora el futuro del país de debate entre dos candidatos que representan los extremos opuestos, y por lo tanto, contradicen la hipótesis actual respecto a la desaparición del dilema socialismo/capitalismo, independientemente que no se trata de las concepciones tradicionales de estos sistemas sociales que florecieron en la antigua URSS y Europa Oriental y que Cuba las asumió literalmente, sino de variantes modificadas, pero de cualquier modo polaridades en contraposición. Gustavo Petro, de tendencia izquierdista y representante de Colombia Humana, tiene el precedente de haber militado en las sanguinarias FARC, por lo que resulta ser un pésimo candidato  a pesar de su extrema popularidad. Mientras que Iván Duque es el candidato de la derecha más extrema, líder político de radical oposición al acuerdo con las FARC y quien único pudiera salvar al país de las garras del comunismo, y poner freno a la intromisión de las FARC en los designios de la nación.

Ahora “el combate contra la perplejidad política ha de empezar con un examen de nuestro paisaje afectivo”, el cual sigue matizado por la decepción, la desesperanza, la inseguridad, la incultura política, pero además por el dilema Socialismo Vs. Capitalismo, que si bien pasó de moda en el viejo mundo, en Latinoamérica no es una simple utopía, sino una realidad que aunque pudiera resultar sorprendente para muchos, se mantiene en nuestros días a pesar de los fracasos demostrados de Brasil, Argentina, Chile y Ecuador, naciones que ya lograron salirse de la plaga socialista, y de Bolivia y Venezuela, donde sobrevive cual sombra espectral decadente.
(Final; aunque luego vale la pena retomar el tema)