lunes, julio 06, 2015

r Julio M. Shiling: Embajadas, revoluciones y la nueva «Realpolitik» ¿Qué podría ser lo que motiva a la democracia más potente querer encontrar la reconciliación con una dictadura hostil?

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Ese¨ Golpe de Estado¨ después del triunfo revolucionario de enero de 1959 (pero comenzado de manera visible de la reunión de Altos de Mompié después del fracaso de la Huelga de Abril de 1958)  se llevó a cabo desde las oficinas del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA)  y sus primeros pasos se hicieron por Fidel Castro, Raúl Castro, Ernesto ¨Che¨Guevara y Osvaldo Sánchez (junto a Joaquín Ordoqui del brazo armado del Partido Socialista Popular y probablemente  agente del Comintern) en los primeros días de enero de 1959  durante la convalecencia del Che Guevara  en  una amplia residencia de Tarará (posteriormente clínica del Plan de Becas del Gobierno Revolucionario de la Ciudad Escolar¨ Ciro Redondo¨) por causa de una crisis de asma.

En los archivos de la KGB y del Buró  Político del Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS,  quizás se encuentren  antecedentes de ese Golpe de Estado dentro de la Revolución  y hasta de la propia Revolución ¨tan verdes como las palmas¨:En Razones de Angola IX, de César Reynel  Aguilera se lee:

¨La inteligencia checa, que desde 1948 era incapaz de tomar una sola decisión sin consultar con Moscú, pidió asesoramiento de los soviéticos y recibió respuesta a través de la decisión del Presidium de Comité Central que hoy puede ser consultada en el Archivo del Presidente de la Federación Rusa (Extracto del Protocolo 198, reunión del Presídium de diciembre 27, 1958, folio 3, lista 65, Fichero 871). En esa resolución (que ya está desclasificada y es pública), el PCUS aprobó “la intención de los amigos checos de ayudar al movimiento de liberación en Cuba”, y dio instrucciones precisas de no dejar ningún rastro escrito diciendo que la armas eran para Cuba, que verificaran exhaustivamente la seriedad de las intenciones de la compañía (léase contacto), y que no enviaran ningún arma que pudiera ser rastreada como perteneciente al bloque soviético.

Una lectura ingenua de esa resolución podría ser que los soviéticos, o la KGB, ante la inminencia del triunfo castrista, decidieron sumarse a la Revolución. La realidad, sin embargo, es que en Cuba, en diciembre de 1958, ni los más optimistas soñaban con la fuga batistiana. Al mismo tiempo, esas operaciones de contacto y solicitud de ayuda no se preparan de un día para otro; lleva meses hacerlo de una forma adecuada y segura. Por último, el hecho de que esa solicitud haya alcanzado el conocimiento del Presidium no significa que otras operaciones similares, y anteriores, no hayan podido suceder sin el conocimiento y la autorización de la política soviética. Si algo enseña la historia de la KGB, después del XX Congreso del PCUS, es que su condición de poder, dentro del poder, le dio un alto margen de libertad a la hora de decidir qué informar y qué no informar.
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Tomado de http://www.cubaencuentro.com
Embajadas, revoluciones y la nueva «Realpolitik»

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¿Qué podría ser lo que motiva a la democracia más potente querer encontrar la reconciliación con una dictadura hostil?
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Por Julio M. Shiling
Miami
06/07/2015

De la Revolución Norteamericana brotó el ensayo democrático más exitoso en la historia. Sí, gústele a quién le guste y pésele a quién le pese, éste es el caso más allá de los cuantiosos defectos y las imperfecciones inherentes de la democracia estadounidense.

Recogiendo el sentir de un total combinado de nueve declaraciones y resoluciones previamente enunciadas, la Declaración de Independencia de los EEUU formalizó el razonamiento de por qué las trece colonias deberían ser libres e independientes. Este insigne documento se redactó y pronunció en medio de la guerra revolucionaria estadounidense. Para ser preciso, fue un año y dos meses después del inicio de la gesta bélica independentista (Lexington y Concord) y cinco años y tres meses antes de su última batalla (Yorktown).

Filosóficamente, si fuéramos a categorizar la ideología política estadounidense sería esta una fusión de calvinismo, liberalismo y republicanismo. Todo esto formulado dentro de un marco de claro apego al principio del derecho de rebelión (o revolución).

La Declaración de Independencia en el sentido abstracto y los Ensayos Federalistas (1787-1788) en el práctico, encapsularon el credo norteamericano y guiaron y moldearon los propósitos de la Revolución Norteamericana.

Consustancial a esta ideología está la Ley Natural fuente de los derechos naturales que Tomás Jefferson, la pluma que más pesó sobre la Declaración, prefirió llamar “inalienables”. Derechos preeminentes, como son los naturales, presuponen la obligación de limitar el alcance desmedido del gobierno, que siempre fue entendido como un usurpador potencial de estos derechos de Dios. Por eso se estructuró un modelo político que enfatizaba el dividir las funciones de gobernar, el separar las ramas del poder, el promover la moderación por medio de un sistema electoral que disuade los extremos e induce la acción política hacia la síntesis.

Dicho esquema que da supremacía a valores que no provienen de acciones convencionales, como la libertad, coloca a veces a la democracia en un conflicto. ¿Dar preferencia a la voluntad absoluta de una mayoría (“tiranía de la mayoría”) o frenarla si viola derechos preeminentes? El imperio de la ley (“rule of law”) obliga la predominancia de la segunda opción. Eso es un sello distintivo de la democracia norteamericana. El Tribunal Supremo, en muchas ocasiones, ha sido el reforzador de esta noción democrática que obliga una confrontación con una legalidad mayoritaria y popular, con tal de defender valores primordiales.

En Cuba, el orden socio-político existente también obedece a los resultados de una revolución. Aquí hay que ofrecer una aclaración. ¿De cuál revolución hablamos? Definitivamente no la de nuestros mambises. La Cuba de hoy es la antítesis de lo que quería Martí, Varela, Céspedes, Maceo o Agramonte. Tampoco es la Revolución de 1933. Esta, pese a haber tenido determinadas inclinaciones o filtraciones marxistas, estaba atiborrada de credenciales y propuestas democráticas.

Ni siquiera a la gesta para remover a la dictadura de Batista se le puede ligar integralmente con el proceso revolucionario dictatorial cubano. La revolución que llegó al poder tras el derrocamiento del régimen batistiano, padeció un golpe de Estado ideológico antes de que concluyera su primer año en el poder.

Los jacobinos hicieron lo mismo en Francia. Afortunadamente para los franceses y el mundo, fueron removidos por la fuerza (igual que entraron ellos) un par de años después. La revolución castrocomunista o lo que algunos llaman en término genérico la “revolución cubana”, en lo concreto, terminó materializando una burda dictadura comunista con liderazgo sultánico, con enormes deficiencias materiales, cometiendo crímenes de lesa humanidad y aboliendo la libertad. Eso sí, con una enorme y exitosa capacidad para proyectarse favorablemente y propagar mitos y alocuciones románticas. Ahora dicho sistema/revolución se ve en las corridas para superar sus ineficiencias y contradicciones sistémicas, antes de que su vieja guardia fundacional desaparezca de esta tierra. EEUU al rescate, ha sido la salida.

Para el día 20 de este mes de julio, se proyecta la apertura de las embajadas de EEUU y Cuba. Cada país es portador de un sistema que proviene de un proceso revolucionario. ¿Qué podría ser lo que motiva a la democracia más potente querer encontrar la reconciliación con una dictadura hostil? La respuesta que profesan sus adherentes más entusiastas y sinceros es la realpolitik. Este principio, que en alemán quiere decir algo como “política de la realidad”, busca extirpar cualquier consideración ideológica o moral, de la conducción política de un Estado. Es el ejercicio de un pragmatismo subordinado a la percepción de intereses o beneficios utilitarios. Esta corriente es un desprendimiento de la escuela de pensamiento del realismo, cuyos padres, Nicolás Maquiavelo y Tomás Hobbes, nunca fueron los defensores más entusiastas de la libertad.

Históricamente, los proponentes de la realpolitik han buscado establecer un balance de poder entre gigantes de la panorámica internacional.

La política de détente con la Unión Soviética es un ejemplo clásico y moderno de esta corriente de pensamiento en acción. Sin embargo, habría que indagar si valió la pena. ¿Obtuvo el mundo libre ganancias de dicha política de coexistencia y acuerdos armamentísticos con el imperio soviético? Los números argumentan contra dicha política. El comunismo sacó tremendo provecho de esta política. Solo hay que ver un mapa para concluir que mientras más se sentaban a firmar acuerdos “realistas”, más se enrojecía el globo. Fue Ronald Reagan quien, al sustituir la política de realismo político por una de idealismo político, echó abajo la noción de contener y coexistir y puso en práctica con acciones concretas la política de revertir y resistir. La historia demostró que si lo que se buscaba era degollar al comunismo soviético, lo logró.

Volvemos a la incógnita de lo qué pudiera motivar a EEUU a concederle un reconocimiento diplomático a la dictadura de los Castro, con todo la legitimación que dicho acto encierra. ¿Será la recuperación de los $7.000 millones que el comunismo cubano le robo a ciudadanos y empresas norteamericanas? ¿Será que la dictadura va a retornar a los asesinos de policías estadounidenses prófugos de la ley y que residen bajo el amparo de la dictadura cubana? ¿Será que van a prender a los estafadores del contribuyente norteamericano, esos que han saqueando al Medicare y Medicaid? ¿Perseguirá la dictadura ese dinero estafado y lavado en Cuba hoy? ¿Renunciará el régimen castrista a la subversión continental? No lo creo. Menos aún el último planteamiento.

La realpolitik ejercida por EEUU parece estar sustentada exclusivamente por propósitos comerciales. Los valores fundacionales de la república norteamericana parecen haber sido reemplazado por los intereses de los comerciantes y los políticos que dependen de ellos. Así de sencillo. En este mes de julio, un mes lleno de celebraciones de independencias americanas, es una triste ironía. Para EEUU, el símbolo emblemático de su celebración, la Declaración con su apego insistente a la libertad y los derechos naturales y humanos, ha sido agredida. Para Cuba, pese a tener el día de su independencia en mayo, tiene también una fecha emblemática este mes. Pero es una fecha convertida infame por ser representativa ésta de la larga pesadilla castrocomunista: el 26 de julio. La bandera estadounidense estará de luto el día 20.

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