domingo, marzo 29, 2015

El pasado es prólogo. Jorge Riopedre sobre la participación de los EE.UU. en la Independencia cubana


 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Algunos presurosos señalamientos al artículo de Jorge Riopedre:

Los mambises en esa etapa de la guerra no  tenían en su poder ningún pueblo (grande o pequeño), ciudad o puerto. Las grandes batallas prácticamente   no existían, aunque Calixto García estaba preparando junto a Mario García Menocal, su jefe de Estado Mayor, la toma de Las Tunas.

Los españoles también estaban llegando a la consigna del Primer Ministro Antonio Cánovas del Castillo: ¨hasta el último hombre y la última peseta¨ pero hasta la posición de Cánovas del Castillo  (quien fuera asesinado en agosto de 1897 por el anarquista italiano Michele Angiolillo) había ido cambiado; leí en una ocasión que poco antes de ser asesinado Cánovas estaba pensando en darle un fin a la guerra de Cuba.

Las muertes durante el período de la reconcentración no sólo fue debido a ella; también fueron debido a la ordel del Generalísimo Máximo Gómez  de  no permitir la entrada de alimentos a las poblaciones ocupadas por  los soldados españoles, que eran TODAS las existentes en el país. Que yo sepa, el Consejo de Gobierno de la República en Armas no se opuso a esa orden hasta que terminó la guerra.

En ese período hubo tropas del Ejército libertador que se acogieron al llamado del recien estrenado Gobierno Autonomista y el Ejército Libertador tuvo que recordar que estaban vigentes los artículos de la ley de Spottorno, la cual castigaba  con la muerte a aquellos que  desertaban  del Ejército Libertador. Más detalles en mi artículo  escrito en Cuba en el año 2000 titulado  UN EJEMPLO de GENEROSIDAD, TRANSIGENCIA Y MAGNANIMIDAD M A M B I S A.

Residentes y criollos de Cuba, y en menor número de otros países latinoamericanos, ayudaron de manera decisiva con hombres, logística  y caudales a  la Independencia de las Trece Colonias de Norteamerica. Los argumentos se pueden encontrar en el libro de Herminio Portell Vilá titulado Los otros extranjeros en la Revolución Norteamericana.

 Manuel Sanguily como Ministro de Estado (responsabilidad que corresponde a la de Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores en nuestros días) del gobierno de José Miguel Gómez, en su discurso en el teatro Polyteama, a poco más de una década de la imposición de la Enmienda Platt, expresó muy claramente la gran ayuda de los EE.UU. respecto al establecimiento y estabilidad de la República  de Cuba:

"Mantendrá el Gobierno las relaciones más cordiales en el orden diplomático y de los negocios, con las naciones amigas entre nosotros dignamente representadas, y sobre todo cultivará los grandes y vitales intereses que en franca y afectuosa correspondencia nos ligan a los Estados Unidos, no ya solo en consideración a las ventajas que deriva de ellos nuestra economía, sino por los incomparables servicios que el pueblo y el Gobierno americanos han prestado a la causa de la justicia, de la civilización y de nuestra nacional soberanía.
Y no os sorprenda esta sincera manifestación de quien siempre ha vivido inquieto y receloso en el temor de los grandes y los fuertes. Dos veces -una, por la ceguedad de nuestra vieja y orgullosa Metrópoli; otra por la ceguedad de enconos fratricidas-, vinieron aquí los americanos traídos por su fortuna o llamados por nuestras discordias, y siempre se retiraron de nuestro territorio, haciéndonos el doble beneficio de construir dos veces la república, y dejándonos en el corazón atribulado, desengaños y escarmientos; más en ambas ocasiones, motivos superiores de admiración y de gratitud por esa magnánima conducta que jamás en la historia habían observado los pueblos fuertes y triunfantes con los débiles, conturbados y decaídos
" (Ibarra, 312)

He escogido esas palabras de Manuel Sanguily en el teatro Polyteama, y no las de otro cualquier patriota o ciudadano, por la posición vertical que siempre mantuvo Sanguily en su quehacer político: Sanguily se opuso en un primer momento, como ya expresamos, a la imposición de la Enmienda Platt. Posteriormente, y ya en la República como miembro del Senado cubano, se opuso a la venta de tierras cubanas a capital norteamericano. En ese cargo de Secretario de Estado del Gobierno de José Miguel Gómez, se opuso de palabra y de hecho a la injerencia norteamericana en Méjico cuando el derrocamiento del presidente Francisco I. Madero y su sustitución por Victoriano Huerta, actitud que suscitó desavenencias con el gobierno norteamericano. Sanguily fue en su momento, él más fuerte y decidido opositor en el Senado cubano a la aprobación en 1903 del Tratado de Reciprocidad Comercial con los Estados Unidos (TRC). La verticalidad de Sanguily llegó hasta el punto de acusar públicamente de corrupto al gobierno de José Miguel Gómez (1909-1913), pese a pertenecer a su gabinete como Secretario de Estado.

El fundamento de la preocupación norteamericana por nuestra estabilidad republicana iba desde los más excelsos y enaltecedores sentimientos humanos de solidaridad, hasta la más fría y calculada preocupación por sus inversiones económicas y su seguridad nacional. En ese amplio espectro, es donde debemos situar los móviles que tuvieron las numerosas personalidades norteamericanas que intervinieron en la confección, aprobación y aplicación de la Enmienda Platt.
 **********************
Tomado de http://www.martinoticias.com/

El pasado es prólogo

Por Jorge Riopedre
Especial para martinoticias.com

marzo 27, 2015

No es la primera vez que escribo sobre el período 1895-1898 como la llave maestra que nos da acceso a las claves de la turbulenta historia de Cuba y su presunto diferendo con Estados Unidos.

Cabe la posibilidad de que este sea un ejercicio estéril porque tanto su pueblo como sus intelectuales han experimentado un trauma cultural que prácticamente los ha despojado de identidad y arraigo a tradiciones ancestrales, alentando en ellos el cinismo ante cualquier modelo de vida respetuoso de la ley y el orden público.

Paradójicamente, la anexión de Cuba a Estados Unidos (sin necesidad de suscribir acuerdos ni promesas comprometedoras) ya va en camino, impulsada por la convergencia de la historia, la globalización y la geopolítica, corriente subterránea en la que la ceguera de ineptos y fanáticos sólo atina a vislumbrar el fantasma de la fruta madura sin detenerse a contemplar la desembocadura del río. Como más tarde o más temprano cubanos y norteamericanos hemos de pasar de vecinos a familia, conviene conocer un poco mejor las desavenencias y los mal entendidos entre nuestros antecesores, cosa nada fácil por los diversos patrones históricos en torno al período que nos ocupa.

La intervención de Estados Unidos en la guerra de independencia de Cuba en 1898 impidió, a mi juicio, que el conflicto concluyera con un nuevo Pacto del Zanjón, como el que puso fin al primer intento independentista en 1878. Un hombre de la experiencia militar del entonces presidente de Estados Unidos, Ulysses S. Grant, resumió en 1875 el futuro de la contienda que aún no había terminado y la que estaba por venir: "Cada bando parece bastante capaz de producirle graves perjuicios y daños al otro [pero] ambos han fracasado en obtener ningún éxito por el cual un bando llegue a poseer y controlar la isla... En tales circunstancias, los oficios de otros, sea la mediación o la intervención, parecen ser la única alternativa que más tarde o más temprano debe invocarse para que termine la lucha".1

Tres años después de comenzada la guerra de 1895, la predicción de Grant se verá confirmada en el teatro de operaciones: Los peninsulares juraban que gastarían en Cuba hasta la última peseta por conservar la isla, pero no conseguían derrotar al heroico Ejército Libertador. Sin embargo, los insurrectos tampoco lograban ocupar y retener las mayores plazas del país; Antonio Maceo y José Martí habían muerto; escaseaban las municiones, la artillería y los alimentos. El 26 de febrero de 1897, el general español Valeriano Weyler informa a Madrid que Pinar del Río, La Habana y Matanzas estaban completamente pacificadas. Desesperado, Máximo Gómez le pide refuerzos a Calixto García y este le responde el 28 de abril de 1897, en carta pocas veces citada en su totalidad, que la insurrección estaba a punto de colapsar: "No creo que ni siquiera Maceo, que una vez llevó al oste a dos o tres mil hombres desde Oriente, pudiera hoy levantar ni quinientos... Fue un empeño en que, después de todo, fracasó Maceo, y en el que yo fallaría, y en el que creo que incluso usted, con toda su popularidad, fracasaría... Resumiendo, creo que debería disolver el ejército invasor".2

No solamente le resultaba imposible movilizar reservas, García mismo se encontraba incomunicado de Gómez por la Trocha de Júcaro a Morón, línea fortificada que contaba con fosos, alambradas y piezas móviles de artillería. El 26 de mayo, Weyler informa a Madrid que incluso en Las Villas, todavía amenazada por las tropas de Gómez, los trenes llegaban al término de sus trayectos".3

Era en verdad una lucha insostenible, la población cubana estaba siendo aniquilada como resultado de la política de "reconcentración" de los campesinos en las ciudades impuesto por Weyler para privar de ayuda a los insurrectos, ejemplo seguido por Fidel Castro en los años sesenta en los llamados "pueblos cautivos". El censo de 1887 registró una población de 1.631.687 habitantes mientras que el primer censo llevado a cabo por Estados Unidos en 1899 llegó sólo a 1.572.797. Se estima que normalmente, en ese período de tiempo, "la población cubana debió haber tenido 2 millones de habitantes, lo que representa una perdida de 400.000 personas o más del 20% de la población de Cuba".4 Y no era para menos, "España había concentrado en Cuba más soldados que los ejércitos sumados de Washington, Bolívar y San Martín: 278.447 soldados".5

Cuba postrada estaba a punto de entablar negociaciones, pero esta vez no cabía la posibilidad de una nueva "Protesta de Baraguá". Algunos de los más curtidos combatientes del Ejército Mambí eran conscientes del crucial momento que vivía la República en armas: "Lo cierto es que la guerra siguió sin posibilidades de victoria ni de derrota. Por ambas partes había pasión y desconfianza. El margen de victoria necesario lo vinieron a dar los Estados Unidos después de su intervención directa y decidida".6

Después de más de un siglo, en lugar de reconocer con todos sus defectos el bien mayor de la acción norteamericana, el régimen cubano ha declarado monumento nacional la flota española hundida por buques estadounidenses frente a las costas de Santiago de Cuba; la misma fuerza naval que procuraba sostener con sus cañones el imperio español en la isla. Al parecer, aún queda gente que hubiese preferido ver a Cuba provincia de España.


1 George F. Kennan, Fuentes de la conducta soviética. 1991.
2 Hugh Thomas, Cuba: La lucha por la libertad, 2013.
3 Ibid.
4 Herminio Portell-Vilá, Nueva Historia de la República de Cuba, 1986.
5 Ibid.
6 Orestes Ferrara, Una mirada sobre tres siglos, 1975.