miércoles, septiembre 17, 2014

Luis Felipe Rojas: El intercambio cultural, los cimarrones y los rancheadores


 El intercambio cultural, los cimarrones y los rancheadores
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A estas alturas la única posibilidad que deja el aparato castrista es que los artistas y escritores pidamos permiso para regresar al país que nos vio nacer.
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Por Luis Felipe Rojas
Martinoticias.com
septiembre 16, 2014

Mi colega Juan Juan Almeida ha escrito otra diatriba contra los que gritan a voz en cuello que pedir permiso a quien te botó de casa es un acto de humillación. Lo ha hecho escudado en el regreso del bolerista Pancho Céspedes bajo la invitación oficialista que le ha extendido su colega Leo Brouwer.

Almeida Jr. desenfunda el fárrago de que estamos confundidos “entre la vida real y las noticias”, que “perseverar no es sinónimo de sumisión…” y califica de sinsentido el hecho de que los exiliados cubanos no les insistamos demasiado a quienes nos expulsaron de ese país que Pancho Céspedes gozará luego de un permiso del gobierno castrense, que a estas alturas del siglo XXI, y ante la exigua lista de dictaduras militares, adquiere la connotación de ‘Castrista’.

La polémica desatada semanas atrás entre el entrañable Paquito de Rivera y quienes defienden el acto de poner la cara ante la bota militar de La Habana (a ver si no les dan el cachetazo) volvió a sacar los trapos al sol del exilio cubano, un hecho puramente democrático y saludable para cualquier ser humano.

Estoy en contra de quienes argumentan que los trapos se lavan en casa: sencillamente los cubanos no lo podemos hacer porque no tenemos casa, o porque está ocupada hace más de medio siglo por una banda de facinerosos que se creen dueños de la isla que casi todos extrañamos. Grande Estados Unidos que permite lo hagamos aquí… y a la cubana.

No creo que exista voluntad por parte de quienes desde un Palacio en La Habana usan el intercambio cultural con una talanquera en el Aeropuerto Internacional José Martí o la Sección de Intereses en Washington. A estas alturas la única posibilidad que deja el aparato castrista es que los artistas y escritores pidamos permiso para regresar al país que nos vio nacer, y no en mi caso, pero obligaría a muchos de mis paisanos en el exilio, en todos los exilios, a pedirle permiso a militares y funcionarios que no habían nacido cuando ellos se vieron obligados a salir de Cuba.

Los rancheadores

En el artículo que Almeida Jr. publicó en Martí Noticias refiere unas gestiones que hizo (por ser hijo de un comandante guerrillero) junto a su padre para que Céspedes cantara en público hace unos años en Cuba.  A la solicitud del bolerista Juan Juan le llama ‘perseverancia’ e insiste en que lo consideremos “una obsesión contagiosa” (pero no cita a los contagiados, ni falta que le hace).

La lógica de quienes defienden el término “intercambio cultural’ parece ser la de insistir en el regreso sin mirar a las causas que motivaron la partida. En ese sentido el hijo músico de Ramiro Valdés pudiera hacer las veces de traductor entre los pianistas exiliados y las malas pulgas de su padre, un pistolero con buena puntería y al que no le salen las guarachas como al fallecido Juan Almeida, pero sí los decretos militares y los cuños de Prohibición definitiva de entrada al país.

Una parte del estado de opinión defiende a mordida una avalancha de artistas cubanos frente a los consulados rogando ser recibidos en La Habana, y con ellos a miles de cubanos más, pues si no lo habían pensado estos estrategas, no hay hecho cultural sin público para aplaudir.

De la manera que nos quieren vender el cacareado intercambio parece una brigada artística de montaña que regresa a los campamentos de cortadores de caña o zonas devastadas por un ciclón y que sólo lo puede hacer para un público escogido por los que controlan la zona de desastre.

El venidero 27 de septiembre Pancho Céspedes cantará (o no) “La vida loca” en el teatro “Karl Marx” de La Habana, así “responde” a una invitación del guitarrista Leo Brouwer en la inauguración del VI Festival de Música de Cámara. Almeida Jr. y sus seguidores creen que dedicará “un pensamiento para quienes usurpan el trono de la isla: aquí estoy, lo logré”, dirá Céspedes (piensa JJ). Yo no lo creo, es más, resulta infantil lanzarle trompetillas (desde su “pensamiento”) a quienes hacen presencia física y le han puesto rostro, nombre, cuño y firma a cada acto represivo que han cometido, sin sonrojarse.

En una telenovela cubana un negro esclavo escapa de los barracones, huye al monte machete en mano, pero al ser capturado por los rancheadores lo obligaban a cargar un peñasco y cantar encadenado a pies y manos: “Yo soy Juan Calesero, el que le levantó la mano a su amo…”.  

Este artículo fue publicado originalmente en el blog Cruzar las alambradas el día 16 de septiembre de 2014.
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 Pancho no es héroe de olimpo, es un ser humano

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No le veo sentido a criticar al artista sin antes intentar al menos modificar las normativas impuestas que nos afectan a todos porque, si usted no lo sabe y realmente le interesa, las leyes se pueden cambiar, sólo hay que buscar consenso, tener deseos y atreverse.
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Por Juan Juan Almeida
septiembre 15, 2014

Una nueva polémica se abre paso en el raíl faceburrido de algunas redes sociales. El cantautor Francisco Céspedes regresa a nuestro país, su terruño, a cantar. Esto no sería noticia si se tratara de un chino, un portugués o un rumano; pero Cuba es una isla que se empeña en acaparar titulares y de paso suscitar encendidas pasiones.

La controversia es sabrosa, entretenida y enriquecedora; no lo pongo en duda, pero hay que tener cierta prudencia a la hora de escuchar a sabidillos locuaces, porque existe una gran diferencia entre la vida real y las noticias.
Pancho, así lo conocemos, no pertenece a ese olimpo de héroes y monstruos mortales, es simplemente un ser humano.

Hace algún tiempo, yo personalmente, hice gestiones para que cantara en Cuba. Propicié incluso un encuentro entre el cantante y mi padre en La Habana, y empujé para que le ayudara. Del encuentro quedan fotos, pero los mejores testigos fueron un piano vertical un tanto desafinado y una partitura musical autografiada.

Juan Almeida Bosque, y no lo cito porque sea mi padre sino porque estuve presente, hizo gestiones para que Pancho se presentara en el Teatro Nacional; pero la respuesta del Ministerio de Cultura, en voz de una alta funcionaria, fue mostrar una resolución de dicho organismo que prohíbe a los artistas “que se fueron” presentarse en auditorios cubanos, a no ser como invitados a conciertos de sus homólogos establecidos en la isla. “Pablo Milanés – sugirió en aquel entonces la burócrata estatal que como dato adicional tiene una voz singular y un hijo viviendo en Europa - lo puede invitar a cantar en uno de sus conciertos, pero esta normativa no permite conciertos personales de ningún cubano emigrado”. Pero Pancho no cesó en el empeño porque para él, cantar en su país, más que un sueño es una obsesión contagiosa.

Comprendo las posiciones de quienes sin siquiera intentarlo aseguran que las autoridades cubanas no les permiten entrar a la isla, entiendo a quienes en realidad tienen prohibición de entrada, a los convencidos que no desean ir y a los que les resbala el tema. Pero no le veo sentido a criticar al artista sin antes intentar al menos modificar las normativas impuestas que nos afectan a todos porque si usted no lo sabe y realmente le interesa, las leyes se pueden cambiar, sólo hay que buscar consenso, tener deseos y atreverse. Lo dice un proverbio chino: “Aquel que lo critica todo y no se arriesga a dar el paso, pasa su vida cojeando”.

Perseverar no es sinómimo de sumisión, sino de estoicismo. El autor de “Vida loca” y “Pensar en ti”, cantará el próximo día 27 en el teatro Karl Marx de La Habana invitado por el guitarrista Leo Brouwer e inaugurará el Sexto Festival de Música de Cámara. Nada raro, en el Tanglewood de Massachusetts, por solo citar un ejemplo de festivales top de música clásica, se han presentado excelentes exponentes de otros géneros musicales.

Pancho encontró su coyuntura, cantará para el público que le sigue, le escucha y compra sus discos; no obstante, como resulta difícil separar a la persona del artista, les doy buena parte de razón a quienes mucho le critican, sin dudas el gobierno lo usará como alegoría; pero creo que en algún momento de lo que aseguro será un emotivo concierto; esa mole de talento le dedicará una frase, un gesto, o cuando menos un pensamiento para quienes usurpan el trono de la isla: aquí estoy, lo logré.