jueves, enero 23, 2014

Europa y el dolor ajeno . Raúl Rivero sobre la Posición Común


Europa y el dolor ajeno

Por Raúl Rivero
19 de enero de 2014

Madrid – La noticia de que la Unión Europea ha iniciado el camino definitivo para modificar su Posición Común con el régimen de Cuba no quiere decir necesariamente que la decisión se toma porque en el país caribeño se hayan producido cambios importantes en el dominio del respeto a la libertad y los derechos humanos de los ciudadanos. Quiere decir que cambiaron los europeos.

Los demócratas del viejo continente acordaron, en 1996, condicionar el desarrollo de las relaciones plenas de Bruselas con La Habana al avance de la democracia en la isla. Esa política, estremecida de vez en cuando por entusiastas amigos del gobierno cubano, avariciosos y demagogos de nacimiento, se ha mantenido. Y, en los últimos tiempos, los temblores que la acosan provienen de corrientes internas, de grupos de poder que se quieren dejar convencer por cansancio o por oportunismo.

Es como si los pragmáticos y experimentados políticos del viejo continente, al comprobar que la dictadura no cambia, llegaran a la conclusión de que debían cambiar ellos.

De pronto, comenzaron a apreciar trasformaciones de gran envergadura en la jornada de zapatero remendón que ha hecho el gobierno sobre las ruinas del socialismo real. Después, recibieron con júbilo apenas contenido que el grupo de poder cambiara el sistema de control policial para autorizar los visitas al exterior.

En la medida que crecía la ola interna para favorecer el acercamiento con el gobierno cubano, algunos prominentes viajeros de esta parte del mundo comenzaron a aceptar por omisión y en público el dogma promovido por los propagandistas del sistema de que en aquel territorio solo valen las existencias de los personajes oficiales, su amigos, sus servidores y los guatacas.

Las agendas de sus giras por Cuba no incluyeron nunca ni a un solo representante de los grupos de la oposición interna o las Damas de Blanco. Sus horas allá estuvieron (y parece que estarán) dedicadas a recibir y cenar con ministros, asistir a ceremonias, recorrer distraídos y en guayabera la Habana Vieja y, en sus discursos decentes y afectuosos, elogiar los esfuerzos de los gobernantes por permanecer en el poder.

No es tampoco que los europeos se hayan negado a recibir a los opositores. Es que ni siquiera respondieron los mensajes donde se les solicitaba unos minutos de su precioso tiempo bajo aquel arco luminoso.


Por ese camino la Unión Europea no se acerca a Cuba. Se sitúa cada vez más lejos de la Cuba verdadera. Le hace un buen servicio al gobierno castrista. Y hace una metáfora desequilibrada sobre una balanza con el peso de los intereses económicos y el sufrimiento lejano.


Europa cambia.